Una escuela Montessori revoluciona el barrio San Blas, en Bella Vista

Tadeo Acosta (6) vive en el Barrio San Blas de Bella Vista, a metros del jardín Arcoiris, el primero con el sistema educativo Montessori de esta zona carenciada del Gran Buenos Aires que linda con el río Reconquista.

Tadeo tuvo la fortuna de ser uno de los primeros alumnos de esta institución educativa creada en 2013 por la Fundación Comprometerse Más junto a la Fundación Argentina María Montessori. Su objetivo, es brindar una educación de primera calidad a niños entre tres y cinco años del barrio.

Los chicos llegan al jardín y se dirigen a su perchero (que está identificado con su foto) para colgar su mochila y abrigo. Después, cambian su calzado por uno más cómodo y van hacia la cocina para ayudar a preparar las mesas para el desayuno. La prolijidad del ambiente responde a un principio importante de esta pedagogía: el orden externo fomenta el orden interno del niño, promoviendo la claridad de pensamiento y la concentración.

Hoy, la institución cuenta con 18 alumnos que además de recibir una educación privilegiada, desayunan y almuerzan en el jardín, bajo la atenta supervisión y apoyo de la maestra (guía Montessori) y dos asistentes. «El adulto es un observador y un guía; su rol es ayudar y estimular al niño en todos sus esfuerzos. Nos focalizamos en posibilitar que aquel pueda actuar, querer y pensar por sí mismo, respetando sus tiempos e intereses», explica Jimena Herrero, directora del jardín.

Apuesta por la autonomía

«Tadeo aprendió a leer y a escribir. Además es muy independiente. El jardín también nos ayudó a crecer como familia», cuenta Nelly (36), mamá del nene.

La autonomía con la que se manejan los chicos en cada momento sorprende. «Todos los materiales son acordes al tamaño del niño, para que éste pueda manipularlos sin ayuda», dice Jimena.

Una vez finalizado el desayuno, los más grandes se turnan para lavar y secar lo utilizado. Durante las siguientes dos horas, cada chico elige las actividades y materiales de acuerdo a su interés. Tal como sostiene la pedagogía Montessori, se aprende mejor cuando uno está interesado. Esto ayuda a la comprensión y concentración.

«En el aula Montessori los alumnos no juegan a cocinar, cocinan; no juegan a limpiar, limpian. Las actividades se realizan con materiales reales, estéticos, limpios, frágiles y limitados ya que esto estimula a aprender a esperar», sostiene Connie Carballo, presidenta de la Fundación Argentina María Montessori.

El aula agrupa a nenes de tres a seis años. La interacción social es espontánea, donde los más pequeños observan y piden ayuda a los más grandes; y los mayores se solidarizan con los menores ya que comprenden exactamente las dificultades que se les presentan.

Los chicos pueden repetir una misma actividad todas las veces que sea necesario, respondiendo así a su tendencia a superarse y a alcanzar la perfección. Los materiales son autocorrectores y les permiten descubrir sus errores, aceptarlos y corregirlos.

En línea con lo que sostuvo la psiquiatra María Montessori, fundadora de este método pedagógico, quien afirmó que «la alegría del niño debe ser tomada como un indicador de los aciertos del sistema educativo», el impacto de este último en el jardín Arcoiris es visible en la sonrisa permanente de sus alumnos. Además, se hace tangible en los resultados académicos que alcanzan.

La escuela necesita ayuda económica para reponer sus materiales de trabajo, artefactos eléctricos y la donación de alimentos.

Fuente: La Nación

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