Una elección binaria

La elección que se avecina tiene todos los rasgos de ser una elección simplemente binaria: entre el bien y el mal, a brocha gorda, sin finezas; verificada al sólo efecto de dar una señal terminal a un proyecto esquizofrénico que lleva el molde de la persona que lo encarna: alguien que tiene seriamente afectado el sentido de las proporciones y de los vectores que distinguen el bien del mal y la verdad de la mentira.

En efecto, el Gobierno de Cambiemos podrá estar haciendo las cosas de un modo muy lento, exasperantemente gradual para muchos, pero no hay dudas de que estamos en presencia de personas que, con los elementos de que disponen, están tratando de lograr, al mismo tiempo, objetivos contradictorios: reducir el enorme agujero fiscal que dejó la irresponsabilidad de Cristina Fernández y bajar la presión de los impuestos que asfixian la actividad económica.

Más allá de los eslóganes prefabricados, si hay algo que no ha sido Mauricio Macri, es ser un presidente «ajustador»: al contrario, las cifras de gasto social se han incrementado y las tarifas se han sometido a un cronograma extendido de aumentos antes que buscar un equilibrio inmediato y matemático de los números.

La señora Fernández apuesta su futuro político a la generación del caos. En eso basa su estrategia para eludir a la Justicia y seguir en libertad a costa de la gente; usándola como salvoconducto hacia una vida protegida por los fueros.

Nada de los que ocurra en las calles de la Ciudad de Buenos Aires o en el Conurbano bonaerense de ahora a octubre en materia de violencia, enfrentamiento, destrozos o incluso heridos podrá independizarse de las órdenes dadas por quien gobernó el país desde 2003.

Ningún hecho por mínimo que sea se dejará pasar por alto. Si es un jubilado con un profundo estado depresivo, muy lejos de tener problemas económicos causados por sus ingresos de retirado, se suicida frente a la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses), pues se declarará una huelga en «protesta por el plan de exterminio» que Macri tiene preparado para la gente de avanzada edad. No importarán ni los hechos reales ni la palabra de la Justicia que actúa en la causa: la imagen que la jefa ordenó trasmitir es que al jubilado lo mató Macri.

Por eso decimos que esta elección es binaria, entre el bien y el mal, porque esto último significa utilizar políticamente un drama personal como el que ocurrió en Mar del Plata.

También fue Fernández la que ordenó la avanzada sobre el Ministerio de Desarrollo Social con fuerzas de choque comandadas por quienes eran sus aliados en La Cámpora y en la Tupac Amaru. No resultó extraño identificar entre los protagonistas de esos hechos a quien en los últimos días de la administración de Fernández «retiraba» de una ventanilla de un banco en Jujuy una millonada de pesos que luego metía en el baúl de un auto perteneciente a la organización de Milagro Sala, la socia de la jefa en el noroeste argentino.

También habrá que estar atentos a los sucedáneos de hechos como el que se vivió en la avenida 9 de Julio esta semana. La palabra «represión» y el burdo intento de vincular al gobierno democrático con la dictadura serán otro de los típicos caballitos de batalla de quienes aspiran a regresar para seguir saqueando el país.

Cuando escuchemos eso, deberemos estar muy claros en que efectivamente todo hecho de violencia será reprimido para restaurar el orden de la ley. Es más, resulta inexplicable que quienes hayan protagonizado los disturbios del miércoles no estén detenidos y hayan sido liberados no se sabe con base en qué vericueto legal.

Otra de las palabras a las que deberemos estar atentos es la palabra hambre. Mientras el gobierno de Fernández multiplicó exponencialmente (300%) la población en villas miseria en el país y no fue capaz de encarar una sola obra hidráulica o sanitaria que evitara inundaciones, diera agua potable o servicio de cloacas a los pobres que decía defender, ahora hay que hundir millones de dólares bajo tierra para recuperar todo ese tiempo perdido. Y naturalmente la profundidad del daño hará que la recuperación de semejante tsunami sea muy lenta.

El Gobierno necesita encarar un programa de profundas reformas que involucren el apoyo legislativo. Quizás el aterrizaje forzoso de Fernández en el Senado, entrando por la minoría en la provincia de Buenos Aires gracias al adefesio de la reforma constitucional del 94, produzca la paradoja de un peronismo razonable (Miguel Ángel Pichetto, Sergio Massa, quizás hasta Florencio Randazzo) que, para distanciarse del eje del mal, pueda enhebrar con el gobierno acuerdos cruciales en áreas en donde se necesitan reformas urgentes como las leyes laborales, impositivas y previsionales.

Por eso lo que enfrentamos en octubre es sólo opciones entre «ceros» y «unos». El país no puede regresar a la locura radicalizada bajo la apariencia de creerse el verso de que eso es «popular». Popular es hacer que el pueblo viva bien, que tenga agua, cloacas, condiciones de vida digna y posibilidades de ascender socialmente y donde la ley se respete. No es espoliar a la nación para llenarse de oro sin poder explicar un céntimo de lo que se tiene.

Por supuesto que hay gente que es impenetrable a este razonamiento. Pero hoy hay que apelar al deseo de no querer ser arrastrado por el populismo, al que hay que volver a vencer en las urnas. Nada que se origine en el embrión de su resentimiento nos llevará a buen puerto.

Fuente: Infobae.com

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