Habla Nisman

La revelación oficial del informe pericial que determina que el fiscal Alberto Nisman fue asesinado va a poner de manifiesto una serie de cuestiones que confirmarán por qué la Argentina es un país sin ley y sin Justicia. Tengan en cuenta que Nisman apareció muerto en el baño de su departamento de Puerto Madero el 19 de enero de 2015, hace hoy más de dos años y medio. En el ínterin otros países han resuelto y aclarado en el término de horas, o a lo sumo días, atentados mayúsculos con decenas de muertos y por los que sus responsables están hoy muertos, detenidos o dando cuentas a la Justicia de esos países.

Una primera conclusión respecto de ese contraste asombroso: no es posible que un magnicidio de la naturaleza del de Nisman haya podido ser cometido y encubierto por todo este tiempo sin la participación de los organismos y de los funcionarios del Estado.

En segundo lugar, cuando aparezcan estas comprobaciones hechas por un conjunto multidisciplinario de peritos, no nos podremos explicar cómo no se hicieron determinadas cosas y cómo otras fueron hechas adrede en su momento. Por ejemplo, ¿cómo puede ser que se hayan ocultado los golpes que tenía Nisman en su cuerpo, la fractura de su tabique nasal y los hematomas en su espalda y en sus piernas?

Parece ser que el tráfico de llamadas entre oficiales de inteligencia, el general César Milani y la entonces presidente Cristina Fernández tuvo un pico notablemente sospechoso sobre la madrugada del domingo 18, cuando nadie sabía aún que el fiscal estaba muerto. Fernández, en su reciente reportaje en Infobae con Luis Novaresio, negó enfáticamente que hubiera mantenido alguna conversación relativa al tema con sus subordinados.

Otro de los interrogantes se refiere a Lagomarsino. ¿En qué país más o menos ordenado del mundo la última persona que lo vio con vida, que además es la dueña y la que entregó el arma homicida, hubiera vivido una vida tan relativamente cómoda como la que tuvo el supuesto experto informático en estos últimos dos años y medio?

También aparecerá con fuerza el interrogante sobre el beneficiario de la muerte, cuestión que obviamente gran parte de la prensa planteó en su momento pero que la fiscal Fein obvió por completo.

En un programa de radio, el experto en criminología Roberto Locles explicó cómo a las pocas horas de la aparición sin vida del fiscal, él dio un informe completo, con detalles que ahora vuelven a cobrar vigencia tras la pericia de Gendarmería, probando que Nisman había sido asesinado. Allí aparecen cuestiones derivadas de la física, que van desde la caída del cuerpo hasta las evidencias de la herida; de la lógica, desde la no existencia de huellas digitales en el departamento hasta los casquillos de bala encontrados y el silenciador que no aparece; y de la especialidad de Locles, a partir de las cuales él jamás tuvo dudas sobre el crimen y su modus operandi. Según Locles, Nisman fue asesinado con la participación de tres personas.

Recordemos, a todo esto, que a los pocos días de su muerte apareció, frente al edificio en el que vivía el fiscal, el cadáver carbonizado de una mujer que hasta hoy no se sabe quién es y respecto de la cual nadie se presentó a reclamar nada en calidad de familiar, allegado o simplemente amigo. Parece ser que fue un ser humano completamente solo y aislado del mundo.

La Argentina y sus instituciones judiciales tampoco podrán explicar cómo no se siguió, tal como lo contaba Locles al aire, la técnica más elemental de cualquier investigación criminal: a quién beneficia la muerte. Nisman había denunciado a la entonces presidente de la nación, a su canciller y a un conjunto de filofuncionarios del gobierno por encubrir a los terroristas iraníes que volaron la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). Iba a dar un informe público frente al Congreso la mañana del 19 de enero, cuando fue encontrado sin vida.

Nisman venía investigando el caso AMIA con centro en la pista iraní desde 2004 y en la Argentina nunca le había pasado nada. Irán sí dictó una «fatua», es decir, una sentencia de muerte urbe et orbi contra el fiscal, pero lo cierto es que él había podido seguir avanzando con sus investigaciones hasta el 14 de enero de 2015. ¿Qué ocurrió ese día que cambió dramáticamente el escenario? La presentación de la denuncia por encubrimiento de la Presidente ante el juzgado del doctor Lijo. Acto seguido, ese mismo día, Nisman estuvo en un reportaje con el periodista Edgardo Alfano, en TN, en donde dijo que lo que estaba diciendo allí, en vivo, ante las cámaras, era sólo una ínfima parte de las pruebas que tenía. Y que no tenía ninguna duda de que la entonces Presidente había armado un plan criminal para encubrir a los autores del atentado del 18 de julio de 1994. También dijo que era consciente de que podía aparecer muerto.

Hoy, dos años y medio después, Nisman continúa hablando. Obviamente la inmensa masa de pruebas con la que contaba fue seguramente destruida en el mismo escenario de su asesinato. Pero al país le va a resultar muy difícil explicar cómo no pudo resolver este caso que, hasta me animaría a decir, parece bastante sencillo, obvio y, si me apuran, hasta burdo.

El Gobierno que presidió Cristina Fernández debería estar dando explicaciones no sólo de su traición a la patria, sino también del magnicidio más escabroso que registra la democracia.

Fuente: Infobae.com    Carlos Mira

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