Las herramientas emocionales cubren el pizarrón de Sampaoli: rebeldía y coraje, la receta para superar el bloqueo

Jorge Sampaoli asume que se equivocó. Acepta que en la preparación de los partidos con Uruguay y Venezuela la información futbolística fue muy superior a la indagatoria psicológica. Fuentes cercanas al cuerpo técnico le reconocieron a LA NACION que falló la lectura del escenario anímico que envuelve a la selección argentina. Era más grave de lo imaginado. Ahora ya saben que pesa un bloqueo emocional. Muchos integrantes del plantel le temen al mandato social que eleva y condena en función de ganadores y perdedores. Si ni alcanzar una final del mundo los puso a resguardo, sufren la amenaza de no participar en Rusia 2018. Se imaginan la condena: el destierro.

Cuando la mente queda atrapada en esos laberintos, el juego se nubla. En crisis se decide mal, como sucedió en el segundo tiempo contra Venezuela, cuando no hubo manera de evitar un insuficiente empate 1 a 1, el primer punto que la selección vinotinto rescató en su historia de Buenos Aires. La situación no se tendría que repetir el próximo 5 de octubre, en la Ribera ante Perú, porque ya no quedarán vías de escape en las eliminatorias sudamericanas, que a dos fechas del final encuentran a la Argentina en el quinto lugar, en plaza de repechaje.

Foto: LA NACION

En el viaje de pocos días que la semana pasada Sampaoli hizo por cuatro ciudades de Europa, los temas emocionales resultaron más trascendentes que los futbolísticos. Buscó aliviar tensiones y subrayó la necesidad de convivir con el miedo, pero nunca al precio de renunciar a la rebeldía. Ni a un estilo de juego agresivo.

Sampaoli pisó París, Milán, Barcelona y Sevilla. Se reunió con Lionel Messi, Ángel Di Maria, Mauro Icardi, Lucas Biglia, Javier Mascherano, Éver Banega y Gabriel Mercado. Quería verlos, escucharlos. Sentirlos, después del empate 0-0 con Uruguay, en el Centenario, y el mazazo en el Monumental, cuando la selección quedó paralizada entre los miedos y la frustración. Todos asumieron ese igualdad frente a Venezuela como una derrota. Claro, no había otra interpretación.

Desde las entrañas del seleccionado le contaron a la nacion que el entrenador de Casilda encontró en Europa a jugadores conscientes de la gravedad del cuadro y decididos a enfrentar la situación. Lo alivió distinguir valentía, el umbral innegociable desde que el habrá que afrontar los partidos con Perú, en la Bomboera, y con Ecuador, cinco días más tarde, en Quito. Naturalmente, el cuerpo técnico blindó esas charlas con los futbolistas. Pero en ellas martilló una y otra vez sobre el escenario emocional. Nada de mentirse jugando al solitario; el problema es evidente y Sampaoli eligió a los referentes como aliados en la búsqueda de soluciones. Porque ya ingresando en el terreno futbolero, contra Perú serán titulares mayormente los históricos. Apellidos que deben ser vitales para espabilar al seleccionado.

La mayoría de estos jugadores vivieron muchas decepciones. Las tres espinas más cercanas, las finales perdidas en el Mundial de Brasil 2014 y en las Copas América 2015 y 2016, los tuvo a muchos como protagonistas. Están cansados de perder, sin dudas, y agotados de los señalamientos y los agravios que activan las derrotas.

Hace tiempo que a varios jugadores los altera el maltrato y el rechazo a partir de los resultados. El relato social del dolor detrás de una cadena de decepciones futbolísticas. Un relato que, según ellos, está salpicado por mentiras y distorsiones, como le confirmaron desde su propio círculo íntimo a la nacion. Entonces, ¿no sería mejor que tomen la palabra y sean los referentes los que cuenten qué les pasa, cómo atraviesan por esta delicada situación en la tabla de posiciones rumbo a Rusia? La única manera de garantizar que su sentimiento no se altere es si ellos lo transmiten, pero no ocurrirá. Sostendrán la decisión de no dialogar con la prensa, una determinación que nació la lejana noche del 15 de noviembre de 2016, en San Juan, tras golear 3-0 a Colombia, todavía en días de Edgardo Bauza como entrenador. Atrincherados en una resistencia inconducente porque los aleja más de ese público que los sigue de reojo, pero no cambiarán pese a que desde cercanías del cuerpo técnico han intentado persuadirlos del error.

El mensaje de Del Bosque

Una frase del entrenador español Vicente del Bosque rebota por estos días en el corazón de la selección argentina: «Un vestuario sano vale más que cien horas de táctica». Sampaoli cree firmemente en la unión general y ese es el as de espadas que puede apuntalar un funcionamiento que todavía cruje por la falta de ensamble y ensayos. Frente a los próximos 180 minutos cruciales camino a la Copa de Rusia, que la bronca, la vergüenza o el orgullo de un grupo espoleado equilibren lo que insuficientes lecciones tácticas no han conseguido afirmar.

Sampaoli percibió en su estada en Europa que los futbolistas están alineados porque se necesitan como nunca. Compañerismo, compromiso, hermandad. «Hay que apostar a la solidaridad entre ustedes. Eso es lo que hace un gran equipo. Confío en esa predisposición. Un equipo es completo cuando juega como tal, porque con los nombres no alcanza. Aquí serán vitales los grandes futbolistas, sí, pero con una gran mentalidad colectiva», les transmitió, palabras más, palabras menos. Con un rabioso fervor que no se cuidó de ocultar. Sampaoli decidió exaltar un discurso sobre la adhesión interna. Y buscó tocar fibras que se remontan hasta los sueños infantiles.

El técnico sabe que ni el simbolismo de mil rutinas de centros al segundo plano, a esta altura, podrán arrojar soluciones mágicas. Es la confianza la que hace milagros sobre la determinación, y el ímpetu sobre el estado físico y la táctica. Ahí está hoy parada la selección argentina. Sampaoli busca que el latido de todos juntos construya un equipo feroz.

Fuente: La Nación

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