Marcelo Birmajer, el dilema de hoy: «Libertad u opresión, democracia o autoritarismo»

La Argentina es un misterio renovado y está experimentando una bisagra histórica llena de incertidumbres, asombros, enconos e ilusiones. Entender las implicancias secretas de esa nueva mutación no es tarea de cronistas, sino de pensadores. Es por eso que LA NACION abre hoy esta conversación semanal, que con el nombre Encuentro de ideas también tendrá su versión televisiva en LN+.

El escritor Marcelo Birmajer, primer invitado del ciclo, sostiene que la actualidad no se puede pensar en izquierda o derecha, por ser estas «categorías caducas», sino en «autoritarismo o democracia, libertad u opresión, las líneas divisorias en la actualidad».

Elegimos, para empezar, a dos intelectuales que revistaron en las listas negras del kirchnerismo y que representan dos generaciones diferentes y muy distantes: Birmajer, que tiene cincuenta años, ha publicado treinta libros y sorprende por ser un enérgico y sólido polemista político, y el mítico Juan José Sebreli, uno de los más grandes ensayistas de la historia nacional, cuya entrevista publicaremos el lunes próximo.

De pasado izquierdista, hoy autocrítico, reflexivo y lapidario, Birmajer mete su filoso escalpelo en la reciente toma de los colegios, la cultura del esfuerzo, el pacto del peronismo bonaerense con las mafias, y las luces y sombras de la gestión Macri.

El autor de Las nieves del tiempo y coguionista de El abrazo partido considera que si bien la Argentina tiene «errores recurrentes» de los que le cuesta aprender, aún queda esperanza para una nación que durante años vivió bajo la dinámica «de no cumplir ninguna regla». El motivo real detrás de la convicción de que no todo está perdido no se presenta nada claro. Para Birmajer, es casi irracional: «Las sociedades pueden alcanzar las cuotas más grandes de imbecilidad y al poco tiempo resurgir con elecciones sensatas. La raza humana es un enigma», asegura.

-La toma de los colegios parece ya lejana, y a la vez sus ecos, discursos y consecuencias están muy vigentes. ¿Cómo lo viviste, qué pensás de lo que se dijo y lo que pasó?

-Cuando fui a visitar los colegios tomados hace dos o tres años y estuve en el que terminé el secundario, el Mariano Moreno, y ahora cuando leí que había una acusación de abuso contra una niña y vi los colegios rotos, recordé la novela El señor de las moscas, de William Golding. Trata sobre un grupo de adolescentes que quedan náufragos en una isla sin adultos y se someten unos a los otros. No tener ningún tipo de guía no los convierte en esos supuestos «buenos salvajes libertarios y rebeldes» que generan un sistema mejor, sino que empeoran mucho la sociedad democrática. Lo mismo ocurrió con estos colegios, al arbitrio de alumnos autoritarios que se adueñaron del espacio público y le impusieron su voluntad de manera violenta a la mayoría de los estudiantes, que querían seguir adquiriendo conocimiento. Nos quitaron a todos el dinero invertido en educación. Me parece que los tenemos que sancionar con las reglas que permita el Ministerio de Educación y los códigos de ley que atiendan a estas circunstancias particulares.

-A mí me impactó que pusieran el grito en el cielo por tener que hacer prácticas o pasantías…

-Nada admite una toma de los colegios, yo admito la disidencia, el no estar de acuerdo e incluso no ir al colegio y enfrentar las consecuencias de esa decisión. Pero nada autoriza a que te adueñes del colegio, porque les pertenece a todos los alumnos que quieren estudiar. Respecto de la medida en sí, a mí me parece una excelente idea proponer pasantías. La manera de adquirir conocimiento que implica trabajar no puede ser reemplazada por ningún tipo de clase ni otro tipo de transmisión. Bajo ningún concepto lo considero explotación ni puede ser dañino para ningún adolescente. No puede ser más que beneficioso. Ésa es mi opinión y por supuesto puede haber opiniones diferentes y lo admito.

-¿Por qué hay un facilismo tan asentado, permitido y hasta celebrado en nuestra sociedad?

-Yo no me autoflagelaría como argentino. Los argentinos tenemos nuestros problemas que son graves y, peor que graves, son recurrentes. En Europa, en los cinco años de la Segunda Guerra Mundial cometieron todas las catástrofes sociales que los argentinos no hemos cometido en nuestros 200 años de existencia, pero el aprendizaje que tomaron no lo hemos tomado nosotros de desastres mucho menores. ¿Por qué este facilismo? No sé si hay una raíz epistemológica o congénita que lo explique, pero sí podemos decir que los padres que apoyaban retóricamente a sus hijos en la toma de colegios definitivamente apoyaban la ética de no trabajar, de que tienen derechos pero no tienen obligaciones, y no la del conocimiento y del esfuerzo.

-¿Cuándo se instaló esa lógica?

-En los 12 años de kirchnerismo, pero no es excluyente, porque anteriormente también hubo una dinámica de no cumplir ninguna regla, acompañada de una violencia orgiástica. Desde la llegada de Perón a Ezeiza en el 73 hasta el 83 en este país no se cumplió una sola regla. No hubo ni un proceso legal por asesinato: no hubo nadie preso por matar a [José Ignacio] Rucci, a [Alberto] Villar, a [Oberdán] Sallustro. Si hubo alguno, fue una excepción, y no lo tengo registrado. Fuimos bastante perseverantes en no cumplir las reglas y el kirchnerismo refrescó todo eso, pero sin sangre. Excepto, claro, el fiscal Nisman?

-¿La sociedad argentina querrá reeducarse y entrar en la cultura del trabajo y el esfuerzo?

-En la infinita variedad del universo siempre existe la infinitesimal posibilidad de que algo salga bien. Raúl Alfonsín fue esa infinitesimal posibilidad. Era inimaginable un Alfonsín en nuestro país y surgió. Que el pueblo argentino haya vuelto a votar a favor de la república, como ocurrió en el embate electoral entre Macri y Scioli, y que Macri haya dicho en el debate como tema de campaña que iba a apartarnos de Venezuela y a denunciar el pacto con Irán y que eso, de todos modos, le haya permitido ganar las elecciones vuelve a ser un hecho políticamente milagroso. Podemos salir adelante. No es fatal.

-Lo que estás diciendo es que hay un «chip» que cambió en la sociedad y que puede seguir cambiando.

-Del mismo modo que el chip que nos lleva al atraso es irracional, también lo es el que nos lleva al progreso. ¿Por qué mayoritariamente la sociedad le dijo no a Scioli? En medio de este pantano económico en el que estamos sumergidos hoy, la mayor parte del pueblo dice que prefiere la república y elige salir de la posibilidad de una Venezuela que nos proponía el kirchnerismo.

-Sebreli vincula a Macri con Emmanuel Macron y Barack Obama. Habla de un nuevo fenómeno que no es de izquierda ni de derecha.

-Con Macron sí hay punto de comparación; con Obama no. Macri tiene una teoría política mucho más cercana a las democracias liberales que Obama, que fue muy concesivo con los regímenes autoritarios del mundo árabe y muy complaciente con Hugo Chávez y con Nicolás Maduro. En ese caso, Macri es bastante más terminante con esos regímenes y apuesta claramente por la democracia. Hay contraste con el kirchnerismo: una clara apuesta por las instituciones y la propiedad privada, que no es un concepto liberal sino constitucional, y el respeto por los que piensan distinto.

-¿Las categorías de izquierda y derecha en la Argentina ya no significan demasiado?

-Cuando, en el 76, el Partido Comunista apoyó la dictadura de Videla y cuando Patricia Derian [secretaria de Derechos Humanos y Asuntos Humanitarios durante la administración de James Carter en Estados Unidos] le ponía vetos económicos a la misma dictadura en las Naciones Unidas? ¿dónde estaban la izquierda y la derecha? La izquierda contemporánea apoya a la República Islámica de Irán, que asesina homosexuales, lapida mujeres y niega la existencia del Holocausto. En 2013 escribí que izquierda y derecha eran categorías caducas: ahora hay que pensar en autoritarismo o democracia y libertad u opresión. Corea del Norte, Irán y Bashar al-Assad en Siria representan la opresión. Permitir la existencia de la disidencia, la diversidad entre los adultos y la libre circulación es estar del lado de la democracia. Ésas son las líneas divisorias entre uno y otro bando en la actualidad.

-¿Qué va a pasar con el kirchnerismo?

-Sólo puede sostenerse con fondos públicos. Sin el poder del Estado no tiene convicción, está condenado al declive político. Duró más el menemismo de lo que va a durar el kirchnerismo. El 22 de octubre termina el kirchnerismo.

-¿Por qué pensás que el peronismo pactó tanto con la mafia en la provincia de Buenos Aires?

-Perón no era antijudío bajo ningún concepto, pero dejó entrar a los nazis al país por conveniencia económica y política. Hay una tradición de que, mientras aporte al partido, no hay ética, ni valor ni principios. Se puede dialogar cara a cara con el mal absoluto con tal de mantenerse en el poder. En la actualidad esto se traduce en el narcotráfico y en el pacto con Irán. Se puede pactar con el mal aunque mueran niños de sobredosis y aunque la educación quede arrasada. Todo con tal de pasar cuatro años más en el poder.

-Estás diciendo que eso se encuentra en el mismísimo genoma del peronismo?

-Perón es quien pone a José López Rega al mando del Ministerio de Bienestar Social y le da libertad para que mate a todos los peronistas que tuviera que matar. Nadie en democracia ni en el período anterior a Videla mató a tantos peronistas como Perón. Ni Lanusse ni Onganía. Esa masacre de peronistas que comienza en Ezeiza en el 73 es el mismo tipo de pacto salvaje que Cristina Kirchner, Héctor Timerman, Fernando Esteche y Luis D’Elía hicieron con Irán. Los terroristas mataron a 85 argentinos, pero si es para mantenernos en el poder, nos olvidamos? Esos nazis que entraron al país luego de que terminó la Segunda Guerra Mundial son los iraníes que ahora pueden entrar y salir.

-Un pragmatismo más allá de la moral.

-Es posético. La moral tiene que ver con cómo nos vestimos, cómo comemos o qué película elegimos. La ética atiende a no matar, no mentir o no robar, y si tienen que violarla absolutamente para mantenerse cuatro años más en el poder, se viola. Ahí hay una secuencia ideológica que va desde Perón hasta Cristina Fernández.

-Nos han contado la historia muy mal. Lo que ocurrió en los últimos años fue una gran colonización sobre la clase media y habría que empezar a hacer un revisionismo completo.

-Pienso que es un problema de Occidente y que viene, por lo menos, desde mediados de los años 60. En el Mayo Francés, los estudiantes tenían una prosperidad que hubiera envidiado la mayor parte del mundo y llevaban carteles de Mao. Es decir, querían derribar a Charles de Gaulle para ponerlo a Mao, que mataba de hambre a su pueblo. Ahí ya tenemos esa lectura psicótica de la realidad: vivís en una democracia próspera y querés que venga el Che o Mao a oprimirte. Son las ranas pidiendo rey. No casualmente, después de ese mayo del 68 inútil y estúpido ganó De Gaulle con la mayor proporción de votos que se hubiera registrado desde el comienzo de la democracia francesa.

-Marcelo, después de verlo gobernar, ¿quién es Macri?

-Siempre que lo escuché me pareció sensato. Cuando habla a favor del trabajo, cuando habla no sobre la economía puntual (yo tendría muchas críticas para hacerle), sino sobre cuál es su visión de largo plazo me parece sensato? Básicamente estoy de acuerdo. Además, son pocos los que hablan en favor de la libertad como habla Macri, y agrego algo: cuando fueron las elecciones contra Scioli yo estaba seguro de que se tenía que aliar con Massa. Y Macri tenía razón en no tejer esa alianza. Y luego hubo un par de decisiones políticas que tomó, y yo también estaba completamente en desacuerdo: se comprobó con el tiempo que él tenía razón. Así que lo escucho con mucha atención y respeto.

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Bio

Fecha de nacimiento: 29 de noviembre de 1966

Lugar: Buenos Aires

Marcelo Birmajer es escritor. Entre sus treinta libros publicados se destacan las novelas Las nieves del tiempo, La despedida y Tres mosqueteros. También su exitosa saga Historias de hombres casados. Alguna vez, The New York Times le dedicó dos páginas a su obra y lo definió como «el Woody Allen de las pampas». Escribió la película El abrazo partido (de Daniel Burman), que ganó el Oso de Oro en el Festival Internacional de Cine de Berlín (Berlinale) en 2004, y muchos guiones del programa Periodismo para todos, de Jorge Lanata. Fue traducido al hebreo, inglés, coreano, italiano, francés, alemán, rumano, estonio y búlgaro. Publica semanalmente en Clarín sus «articuentos», y escribe columnas sobre el conflicto de Medio Oriente o la amenaza del fundamentalismo islámico en distintos medios de América latina.

Fuente: La Nación    Marcelo Birmajer

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