Un plenario desbordado, entre empujones, gritos y bravuconadas

Subido a una mesa, Agustín Rossi se tiró como un luchador de catch sobre el remolino de personas que forcejeaban a sus pies. «¡Paren!», se interpuso a los gritos y, con las manos en alto, evitó que los empujones se transformaran en trompadas. Sólo entonces el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, hizo una pausa en su exposición, que había transcurrido bajo una tormenta de insultos.

La sala 1 del anexo C de la Cámara de Diputados estaba a punto de estallar. Los discursos de los diputados apenas podían oírse por los gritos de unos 30 manifestantes contrarios a la reforma previsional. Con pancartas escritas a mano, ocuparon un extremo de la sala y recargaron de tensión el encuentro, de más de seis horas. Había jubilados de centros de distintos puntos del conurbano y dirigentes de sindicatos de la CTA de Hugo Yasky, hoy diputado del kirchnerismo, y de la Corriente Federal, de Sergio Palazzo.

El clima caldeado, cargado también por la urgencia que le imprimió Cambiemos al debate, pareció contagiar a diputados oficialistas y opositores, que intercambiaron gritos y desafíos para pelear. Seleccionado para una misión que de antemano se presentaba compleja, el presidente de la Comisión de Previsión, Eduardo Amadeo, se cansó de pedir orden. Pero nunca dudó en seguir adelante. El objetivo irrenunciable del oficialismo era sacar dictamen.

Tras ingresar en la sala, los manifestantes se agolparon para avanzar hacia un sector vedado para el público. Sindicalistas de Apops (Anses), liderado por el ex moyanista Leonardo Fabre, casi se agarran a trompadas con personal de seguridad de la Cámara que les impedía el paso. En el otro extremo de la sala, Emilio Monzó, presidente de la Cámara, negaba con la cabeza, como incrédulo.

Los manifestantes habían entrado minutos antes, después de una primera decisión de dejarlos afuera. Amadeo cedió ante la presión de diputados de la oposición que lo rodearon para que se habilitara el ingreso. Una vez adentro, se desataron. «Triaca, hijo de puta», le gritaron al ministro. «Como a los nazis les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar», les advirtieron a los funcionarios y diputados de Cambiemos. El clima se recalentó todavía más cuando Victoria Donda denunció que el oficialismo estaba haciendo circular el dictamen para la firma. Los manifestantes se indignaron: «¡Hijos de puta! ¡Ladrones!». Como una preceptora cómplice, Cristina Álvarez Rodríguez, flamante secretaria parlamentaria del Frente para la Victoria, les imploraba calma: «¡Por favor, los van a echar!».

Minutos después, Nicolás Massot, jefe del bloque de Pro, echó más leña al fuego. «¡Prendieron fuego la casa y hoy se quejan del olor a humo!», dijo, elevando el tono. Los insultos del kirchnerismo taparon el sonido de los parlantes. «Tengan huevos para debatir», retomó a los gritos, y remató: «¿Ustedes piden por la guita? ¡Vamos a pedir la guita, vamos a pedirla a Marcos Paz y a Ezeiza! ¡Soy el primero en ir con ustedes!». El santafecino Alberto Ciampini cruzó la sala como una tromba para gritarle desde un metro de distancia. Massot se paró de un salto y se le puso cara a cara. Los tuvieron que separar.

Cuando la situación parecía calmarse, Amadeo anunció que los incidentes se habían trasladado a las puertas del Congreso. Un grupo de manifestantes, dijo, le había «destruido» el auto al diputado Pablo Tonelli, cuando salía manejando por la calle Riobamba. No llegaron a ese punto. Le golpearon con violencia el techo del coche y la ventana del conductor. Se refugió en la entrada del garaje, sano y salvo.

El cierre estuvo a la altura de la reunión. El kirchnerista Rodolfo Tailhade retomó la pelea con Massot. «Si querés vamos juntos a Marcos Paz. Yo voy a las celdas de los prisioneros políticos de este gobierno y vos a las de los amigos de tu familia que están encerrados por haber matado a 30.000 compañeros». El jefe del bloque de Pro se la dejó pasar. Empapados por la lluvia de insultos, los diputados del oficialismo se retiraron satisfechos, con el dictamen bajo el brazo.

Fuente: La Nación

Sea el primero en comentar en "Un plenario desbordado, entre empujones, gritos y bravuconadas"

Deje un comentario

Su email no será publicado


*