El impacto social y político de la «economía de la calle»

Al comenzar a ordenar variables macro claves, y muy demandadas, como la salida del cepo sobre el dólar, inmediatamente se afectó la micro. La devaluación impactó rápidamente en los precios y ya en el primer trimestre de 2016 las ventas de alimentos y bebidas caían 3%.

La gente terminó de comprender lo que estaba pasando con los aumentos del gas. Otra necesaria corrección macro que tocó la micro. A pesar de estar aplicando a nivel general un plan «gradualista», que le costó y le cuesta no pocas críticas al oficialismo, el 86% de los argentinos pensaba, en mayo de 2016, que era un shock.

El gran interrogante era cuándo el Gobierno lograría alinear una mejora real en la macro que pudiera sentirse en la calle. Y la pregunta subyacente, aún más incierta, si podría hacerlo a tiempo. Ese momento llegó. Hoy los brotes verdes ya no son vistos como un mero deseo voluntarista, sino que están validados por los datos.

La economía creció 4,2% en el tercer trimestre de 2017 y la actividad industrial, 3,5% en noviembre (Indec). La actividad se expandió 4,6% en noviembre, según Orlando Ferreres, y hay consenso en que el PBI habrá crecido cerca de 3% en el año.

El consumo de bienes durables y servicios venía creciendo desde fines de 2016. Sin embargo, no alcanzaba para consolidar una idea de recuperación. En julio, poco antes de las PASO, registrábamos en nuestras investigaciones cualitativas un fluir del discurso negativo mucho más poderoso que el positivo. Aun contrastando con los datos reales, los entrevistados decían que no era verdad, que no crecía la economía. La realidad aún no lograba modificar su percepción. ¿Por qué?

Porque, en general, la gente no entiende ni le preocupa demasiado la macroeconomía. Obviamente, hasta que algún fenómeno macro interviene para mal en su agenda cotidiana. Por el contrario, sí entiende y le preocupa mucho qué sucede con su poder de compra, cuánto le cuesta llegar a fin de mes, si se ve más movimiento en los comercios, cómo se mueven los precios, si puede hacer asado el domingo, cuánto vale el dólar y qué chances tiene de irse una semana de vacaciones en verano. Es decir, «la economía de la calle».

Buena parte de la percepción sobre esa economía cotidiana se construye por la dinámica de aquello que se compra más frecuentemente: comida. El panel de 5300 hogares en todo el país de Kantar Wordlpanel muestra que el consumo de alimentos, bebidas, cosmética y limpieza creció 4% medido en unidades en noviembre. Proyectando la tendencia a diciembre, puede afirmarse que tendremos dos trimestres positivos, +1% el tercero y +3% el cuarto. Algo que no sucedía desde comienzos de 2015. Los precios de esa canasta de productos crecían al 30% en el primer trimestre, ahora lo hacen al 18%. La gente lo ve y lo dice claramente: «Inflación hay, pero los precios se están reacomodando, se calmaron un poco». La auditoría de mercado de Scentia demuestra que en los supermercados noviembre fue el mejor mes desde que comenzó la gestión Macri. Sus ventas crecieron 3,5% interanual.

¿Por qué es tan importante lo que pasa con la comida? Porque su incidencia afecta como ninguna otra cosa el bolsillo de la mayoría de los argentinos. En Consultora W, durante todo el año pasado investigamos de modo recurrente el gasto real de los hogares en estos productos básicos. Actualmente insumen el 22% de los ingresos de un hogar promedio.

Ahora que crecen las ventas de comida, sí «se ve» que en el año las ventas de autos 0 km subieron 26,9% y la de camiones, un 52%. También logra comprenderse por qué se quitaron los aranceles en las computadoras. Los precios bajaron y las ventas de notebooks subieron 52%. Las ventas totales de electrodomésticos crecen cerca del 15% anual, según la consultora global GFK. El turismo al exterior está un 18% arriba en el año y el turismo interno también crece 16%. La construcción toma cada vez más ritmo. El índice Construya, más vinculado a la actividad privada, acumula un 14% en el año, y se expandió un 32% en noviembre. Los despachos de cemento, que fueron el primer brote verde y del cual no pocos inicialmente dudaron, crecen 12% en el año y 15% en noviembre. La dinámica de la construcción es relevante por dos cosas: anticipa el ciclo económico y genera mano de obra rápidamente. En septiembre el Indec registró 451.000 empleados formales totales.

Para concluir, vale la pena señalar dos últimos datos. En nuestra medición de julio eran más los argentinos que decían que, en lo personal, estaban mejor con CFK que con Macri: 37% vs. 31%. El resto decía «igual». En septiembre esa relación ya se había invertido: 38% mejor con Macri, 33% con CFK. En la última medición, cerrada el 30 de noviembre, la tendencia se profundizó: 38% dice que le va mejor ahora y 31% antes. Cuando se hace la misma pregunta con relación a la situación del país, las diferencias son más contundentes. Al comenzar el año un 42% decía que el país estaba mejor ahora y 39% antes. En julio ya el registro era más nítido: 52% mejor ahora, 32% antes. En noviembre, 57% afirmó que el país está mejor con el gobierno actual y 29% dijo que con el anterior. Hay un 20% de argentinos que ven progreso en el país, aunque todavía no les haya llegado a ellos.

A pesar de todos estos indicadores, no podemos olvidar que todavía la mitad de la población es de clase baja y el 28% está en la pobreza. Quedan correcciones macroeconómicas por realizar, generar empleo es un enorme desafío en un mundo donde se perfecciona la robótica y este mercado de «comida», que ahora crece con fuerza, habrá concluido el año en «empate» vs. 2016.

La precisión con la que se articulen en el tiempo las correcciones macroeconómicas con las sensaciones microeconómicas resultará crítica para que se consolide un sector mayoritario de la sociedad que prefiera el entusiasmo por el futuro antes que la añoranza por el pasado.

Fuente: La Nación    Guillermo Oliveto

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