Enojados pero pragmáticos, en la UIA confían en hacer las paces con la Casa Rosada

El presidente de la Unión Industrial Argentina ( UIA ), Miguel Acevedo, tuvo el domingo pasado un cumpleaños mucho menos tranquilo del que imaginaba. Un día antes, el ministro de Producción, Francisco Cabrera, había dicho que los industriales debían «dejarse de llorar» -por las quejas que plantearon en la primera reunión de comité del año de la unión industrial por el alza de las importaciones y la pérdida de empleo en el sector- y, sorprendido, se vio obligado a responder.

Aunque Acevedo en todo momento buscó enfriar los ánimos, días más tarde, Macri no solo respaldó los dichos de Cabrera ante el resto del gabinete, sino que sumó sus propias críticas, al acusarlos de no invertir, de ser poco competitivos y generar inflación. Ayer, la escalada siguió: el vocal de la entidad José Urtubey dijo que no le gustaban las bravuconadas ni las descalificaciones, y si bien en la entidad fabril todos se apuran a aclarar que la única posición oficial es la de Acevedo, el dirigente salteño no hizo más que exteriorizar el enojo mayoritario con Cabrera en ese conglomerado heterogéneo que es la UIA.

Un enojo, claro está, que no iba a hacer llegar la sangre al río. De hecho, la convocatoria del Gobierno a la cúpula industrial, el lunes próximo, fue recibida con alivio.

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«Había que bajar las revoluciones. Una cosa es ser loco y otra cosa es ser boludo. Los dirigentes empresarios no quieren conflictos con los funcionarios, si sos dirigente tenés que arreglar porque por más enojado que estés tenés que seguir conviviendo», se sinceró ante LA NACION un miembro de la entidad.

En el debate interno que sucedió a las duras palabras del ministro de Producción, el pragmatismo terminó triunfando sobre la posición de los industriales más descontentos. «Había gente muy caliente, la gente de Arcor, los textiles, los de la industria del calzado, que querían pedir una entrevista directamente con Macri, pero otros decíamos que no valía la pena. Arcor, Techint, Aceitera Deheza, son empresas que van a seguir más allá de este gobierno», agregó el dirigente, para quien todo es producto de una interna oficial que llevaría a Cabrera a mostrarse más duro.

La bronca de la UIA se concentró en dos cuestiones: la generalización del Gobierno de que todos los industriales argentinos son prebendarios y el tono de la reacción oficial ante un comentario de un ejecutivo de Arcor, una de las escasísimas multinacionales argentinas con exportaciones a más de 120 países, y cuya voluntad competitiva no está en cuestión.

«Esto es un malentendido, no es un problema», dijo, por su parte, el directivo de una de las empresas más grandes del país. «No tengo ninguna duda de que esto se aclara el lunes porque no hay un tema de fondo. Con el Gobierno no tenemos visiones distintas. Los tiempos del gradualismo están siendo probablemente más lentos de lo que pretenderíamos y eso genera disconfort, pero entendemos los costos políticos y sociales de ir más rápido. Cuando yo planteo los problemas en privado me ayudan a resolverlos, así que cuando en el discurso político hay algo que no me gusta no le presto atención», completó.

Con él coincidió el vicepresidente segundo de la UIA y titular de Copal, Daniel Funes de Rioja. «Yo no hablo de enfrentamiento [con el Gobierno] porque tenemos objetivos comunes de desarrollo y de resolver los temas pendientes de la Argentina, que son complejos», afirmó, consultado por LA NACION. «La Argentina necesita mucha más inversión, eso está claro, pero no todos somos iguales. En el sector de la alimentación se invirtieron el año pasado 2200 millones de dólares. Hasta ahora estaba sorprendido [con las declaraciones de Cabrera] y ahora estoy con expectativas positivas».

«Es una bola de nieve de malos entendidos, espero que se vaya aclarando», expresó otro dirigente fabril. Pero más allá de la voluntad de acercamiento, en la UIA se escudan en los fríos números: crecen las importaciones, el déficit comercial es récord con Brasil, China y EE.UU. y el mercado interno se contrajo respecto de 2015.

Fuente: La Nación

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