En foco Tres semanas cruciales para Mauricio Macri

El Gobierno parece, a primera vista, no haberse dejado encandilar por el éxito de la Cumbre del Grupo de los 20. Mauricio Macri fue realista delante de la prensa. También con sus ministros.“Quedan meses difíciles”, auguró. “Los problemas no han desaparecido”, completó. Una señal alentadora, siempre que en su recorrido no sufra algún viraje.

Aquel baño de realismo contó con el adicional de la ex canciller, Susana Malcorra. Conocedora de cómo suelen ser los procesos de acomodamiento en el mundo. Malcorra desmenuzó los resultados del G20 con ojos distintos. Subrayó que haber logrado la firma de un documento conjunto constituyó en sí mismo “un resultado positivo”. En especial por dos razones: las mutaciones políticas están a la orden del día, aún en las principales potencias; las últimas cumbres habían concluido sin consensos. El desafío será ahora poder sostenerlo.

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La ex canciller puntualizó otra cosa. Que aún con la cantidad de reuniones bilaterales que mantuvo Macri y el excelente clima político que, en general, rodeó a la Cumbre “no habría que pensar en que rápidamente llegará una lluvia de inversiones”. Sobrevuela en tal apreciación la incertidumbre que derrama el año electoral.

Tal vez, la moderación del Presidente y de Cambiemos haya tenido relación con evaluaciones realizadas por distintas consultoras. Que en la Casa Rosada repasaron. Una de ellas, de D’Alessio IROL, marcó percepciones sociales interesantes. Una mayoría de argentinos (44%) señaló que el G20 no resolverá los problemas de la gente. Otro 40% estimó importante el encuentro y un 16% no opinó. La importancia, aunque revelaría la existencia de cierta expectativa, no se contrapondría necesariamente con aquellos que descreen sobre los efectos concretos de su realización.

De todas formas, más allá de las consecuencias inmediatas fugaces que arroje la Cumbre pasada, pudo haber significado un freno a la sangría política y al derrumbe de las expectativas populares que viene sucediendo desde que en abril se desató la crisis financiera. Es muy poco, sin dudas. Pero le permitiría al Gobierno afrontar de otro modo el tránsito más delicado del año: el del último mes. Diciembre se ha convertido casi en karma desde la crisis del 2001. Cambiemos los ha sobrellevado más o menos bien (2015-16). Con excepción del año pasado. El debate sobre el cambio de fórmula para el ajuste de remuneraciones de los jubilados detonó antes de fin de año una salvaje y recordada batahola callejera. Ese constituyó el punto de partida de la pérdida de capital político del Gobierno, que había amasado en las legislativas de octubre con una victoria clara. Desde entonces, no pareció recuperarse nunca más.

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Ni Cristina Fernández, en sus presuntos años de oro, se salvó de los mismos desvelos. Ya en 2012, apenas un año después del éxito reeleccionista con el 54%, se registraron incidentes y saqueos en cinco provincias, con dos muertos. Entre ellas figuró Buenos Aires. Escenas similares recrudecieron en 2013. El vandalismo social estuvo, en esa ocasión, acompañado por rebeliones de la Policía en cerca de 20 provincias. Se computaron 13 muertos. Buenos Aires y Córdoba, sobre todo, permanecieron en el foco.

Macri viene arrastrando desde mayo un boletín de malas noticias cotidianas. La alteración de ánimo resultó brusca. Reflejada por su propio discurso. El Presidente dijo en un reportaje por televisión en abril que el momento más feliz de su gestión había sido la comunicación del INDEC sobre una caída de 2,9% en el indice de pobreza. Semanas antes de la cumbre del G20 confesó que estaba atravesando los peores meses de su vida. Equiparables, a lo mejor, a cuando en 1991 fue secuestrado por una banda policial.

El último mes del 2018 terminará de actualizar de nuevo los índices de pobreza. Que corresponderán al primer semestre de este año. Los últimos reflejaron el último tramo del 2017, cuando el Gobierno navegaba todavía el gradualismo económico. Las diferencias prometen ser notables porque impactará el primer tramo de esta crisis. Un informe de Unicef anticipó en las últimas horas un cuadro estremecedor. Sostiene que el 48% de los niños en la Argentina viven en situación de pobreza. No lo refiere sólo a los déficits en la alimentación. Menciona las falencias en educación, protección social y hábitat. Es decir, a una pobreza estructural que no se modificaría sólo con la mejora en los ingresos del grupo familiar.

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Para peor, ningún experto está seguro de que la recesión esté cerca de su piso. Según el INDEC, tanto la industria como la construcción cayeron más de un 6% en octubre. Durante la cumbre del G20, la titular del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, dijo que habría por delante aún tres o cuatro meses difíciles. La recuperación podrían sobrevenir en el segundo trimestre del 2019.

Las precariedades sociales argentinas abarcan a toda la nación. Pero el centro de gravedad es, como siempre, Buenos Aires. El principal distrito electoral. El 38% del padrón nacional. Territorio de los sectores más vulnerables y fortín de la oposición kirchnerista. Sobre todo la tercera sección electoral. Se comprenden, entonces, las prevenciones de María Eugenia Vidal que no apuntan únicamente a su gobernabilidad. También a intentar preservar el proyecto de reelección de Macri.

La gobernadora anticipó un paquete de medidas tendiente a bajar la temperatura social. De un alcance que supera el bono de $ 5.000 concedido por el Gobierno nacional. Ese mismo bono lo aplicará a jubilados y pensionados bonaerenses que reciben las retribuciones mínimas. También adelantó el pago del aguinaldo para los empleados estatales. Actualizó además las sumas para los planes sociales de contención. Entre ellos, el llamado Más Vida que incluye a 300 mil beneficiarios. El Banco Provincia, durante este mes, mantendrá el descuento del 50% para las compras de hasta $ 1.500 en los supermercados. El agua posible para aplacar fuego.

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La gobernadora, con una diestra martingala, garantizó otro pilar para su gobernabilidad. Logró tener el Presupuesto votado por la Legislatura provincial que prevé un endeudamiento de $ 68.500 millones. Imprescindible para funcionar, según el oficialismo. Destinado únicamente a pagar deuda, de acuerdo con la interpretación de sectores de la oposición. Lo cierto es que esa aprobación requería de los dos tercios de los votos. Que Vidal logró cosechar con el peronismo dialoguista y el massismo. Aunque el líder del Frente Renovador haya ordenado rechazar el resto del Presupuesto.

El Gobierno ingresa en tres semanas muy difíciles. Con el bálsamo que dejó el G20. Pero sin el optimismo banal del cual supo hacer gala en otras oportunidades. Macri eligió la prudencia. Aclaró que no hará más pronósticos económicos. Hace bien: varias veces se quemó con leche.

Fuente; Clarin.com    Eduardo Van Der Kooy

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