Pichetto, la pureza peronista y la amenaza roja

Su afán por posicionar a Mauricio Macri, a quien acompaña en la fórmula, lo empujó a una sonada controversia. Miguel Ángel Pichetto —de él se trata— ya se había dedicado a criticar a Cristina Kirchner, con quien mantuvo por años una relación en modo Pimpinela. «Recuperé la capacidad de pensar», dijo para blanquear su ruptura con la ex Presidente.

Es parte del folclore, de los reacomodamientos. Nada nuevo para alguien que supo explotar la ubicuidad como ninguno, que ha sido, en palabras del propio Macri, oficialista de todos los oficialismos.

Pero en los últimos días el atildado senador realizó un comentario que remite a una oscura página de la historia peronista. «Es importante hacer una reflexión: el PJ en la provincia de Buenos Aires lleva a alguien del PC como candidato, un hombre que tiene sus orígenes en el Partido Comunista», afirmó ante un manojo de micrófonos.

La chicana, celebrada por la pata peronista del macrismo —que acababa de ofrecerle un choripanazo de bienvenida— apuntaba al pasado combativo de Axel Kicillof, un viejo detractor de los «barones del Conurbano» que se convirtió en candidato a gobernador del PJ.

Si Pichetto pudiera hacer una adaptación de Bombita Rodríguez, aquel desopilante personaje de Diego Capusotto, increparía al ex ministro de Economía al grito de «Señor comunista Kicillof, ¡renuncie!», aun ahora que el propio Partido Comunista salió a negar que el ex funcionario haya sido uno de sus camaradas.

En los 70 la burocracia sindical acuñó aquel «ni yanquis ni marxistas, peronistas» como un grito de guerra contra el crecimiento de la izquierda en el movimiento obrero. Lejos de la pretendida tercera posición, de mostrar equidistancia de comunistas y liberales, el sindicalismo ostentaba un discurso reaccionario y macartista contra el activismo fabril.

Los memoriosos recuerdan «el operativo contra la serpiente roja del Paraná». Fue la denominación de una acción represiva en tiempos de Isabel Perón que descabezó a los cuerpos de delegados y conducciones obreras del cordón industrial de Rosario. Las detenciones se hicieron con base en listas confeccionadas por las patronales y la dirigencia nacional de la UOM, que conducía Lorenzo Miguel.

Nadie olvida el rol protagónico que adquirió la Triple A en el preámbulo de la dictadura. Esa Asociación Argentina Anticomunista ideada por el influyente ministro José López Rega practicaba atentados y asesinatos selectivos para frenar la influencia de la izquierda en el peronismo.

Como una rémora de ese pasado, en 2009 el metalúrgico Juan Belén se refirió a la «zurda loca» para criticar la militancia combativa de la CTA, lo que le valió un fuerte repudio social. Durante el conflicto del campo, la Sociedad Rural también exudó ese discurso vetusto cuando equiparó las banderas del kirchnerismo con las de «un sucio trapo rojo».

Este texto es una adaptación de otro inspirado años atrás por unas declaraciones de Fernando Espinoza, el ex intendente de La Matanza, quien paradójicamente hoy tiene a su delfín —Verónica Magario— como compañera de fórmula de Kicillof. En el 2015 Espinoza había retomado la idea del «peligro comunista» al referirse de manera despectiva a la militancia juvenil de Martín Sabbatella, cuando este lo enfrentaba en la interna bonaerense integrando un binomio con Aníbal Fernández.

El jefe comunal hizo una arenga propia de Joseph McCarthy, esas que en los Estados Unidos de los 50 terminaban con persecuciones y cazas de brujas. La hizo flanqueado por Raúl Othacehé, el ex mandamás de Merlo que ya se había quejado de los «comunistas» que cobijaba el gobierno de Cristina Kirchner.

Pichetto, que ahora retoma la idea de la pureza peronista, es el mismo que durante más de una década elogió a Néstor y Cristina Kirchner, justamente quienes sumaron al proyecto nacional y popular a las distintas vertientes de izquierda y centroizquierda bajo el paraguas de la transversalidad.

Es toda una paradoja pero no la única. El senador también fue el que en 2015 dio su apoyo irrestricto a la candidatura de Daniel Scioli, sin percatarse de que llevaba como compañero de fórmula a un ex militante maoísta. ¿Si Kicillof le resulta revulsivo, qué opinaba entonces de Carlos Zannini y su pasado marxista-leninista?

Nadie sabe si Pichetto, quien en un santiamén pasó de la jefatura de la bancada del PJ a ser el principal detractor de ese partido, trocará su inflexible discurso por otro más integrador, conocidas, hace tiempo, las negociaciones abiertas entre los Estados Unidos y Cuba.

Acaso relativice ese acercamiento regional y mantenga en alto su férreo anticomunismo. Ahora bien, quedará en el recuerdo el sapo que se tragó cuatro años atrás, cuando votó al Frente para la Victoria, en cuya tira figuraba como legislador del Parlasur Patricio Echegaray, el ya fallecido histórico secretario general del Partido Comunista de Argentina.

Fuente: Infobae.com      Diego Shurman

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