Alberto Fernández debe resolver las tensiones internas antes de asumir

Si de política hablamos, a nadie le sobra nada, porque a la sociedad no le sobra nada. Por estos días se disputa poder, por lo tanto es lógico que existan ruidos intrauterinos dado que algo está por nacer. El armado del nuevo gabinete nacional entró en la recta final. Esta cronista puede aportar dos datos al respecto. A Agustín Rossi le fue solicitada su presencia en el casillero del Ministerio de Defensa el 24 de octubre, tres días antes que Alberto Fernández ganase las elecciones. Si de muestra sirve este ejemplo, podríamos inferir que el gabinete y sus actores principales fueron pensados y ofrecidos hace tiempo atrás, más allá del silencio que será cubierto por palabras el próximo viernes 6 a las 19, cuando finalmente se anuncie el gabinete. El segundo dato tiene que ver con lo que el presidente Fernández me ha dicho: “Siempre voy a consultar y escuchar a Cristina. ¿Cómo no hacerlo, por qué no hacerlo? Pero las decisiones finales las tomaré yo”.

Cuando se disputa poder, todos se sienten acreedores. Nadie queda conforme. Cercanos a Alberto Fernández me aseguran que no hay fisura entre los componentes de la fórmula. Sí que en el conglomerado de los peronismos integrantes de este gobierno hay miradas distintas. Con el gabinete anunciado, todo se acomodará. Propios y extraños ven en Fernández un hombre de acuerdos y consensos, con un desafío mayúsculo ante un país en emergencia. Sería sustancial que el gabinete estuviera a la altura de una Argentina atravesada a lo largo y lo ancho de su geografía por distintas emergencias. Sólo por nombrar algunas: la del hambre, la laboral, la de las pymes, la tarifaria, la nutricional, la de la vivienda, la educativa, la de la salud, la de los discapacitados, la de la grieta. Estas emergencias generan incertidumbres que la política debe clarificar a través del plan que dé a conocer el Presidente al asumir. El hambre no tiene intermediarios, tiene responsables. Tal vez la caída del consumo de leche a un 13.8% en las familias argentinas sea el principal ejemplo que sintetice a las demás emergencias. Buena decisión, a propósito, la del futuro ministro de Desarrollo Social Daniel Arroyo de implementar una tarjeta para adquirir 13 productos sanos destinados a madres de niños menores de seis años, con un dato no menor: sin intermediarios.

La base de sustentación política de Alberto Fernández debe solidificarse, y para ello está bien que hoy cruja, que tiemble, hasta sacudir las diferencias. A partir del 10 de diciembre no hay posibilidad de que el futuro Presidente de los argentinos se distraiga en este tema. Fernández debería, para curarse en salud política, eliminar en su gestión el espejo retrovisor. Argentina debe mirarse desde el espejo del futuro. El formato político del binomio Fernández-Fernández es nuevo en Argentina. Cristina de Kirchner fue dos veces presidenta. Está acostumbrada a generar políticas. Alberto Fernández es un moderado dialoguista al que a veces “se le vuelan los pájaros”. Todo indica que ambos se necesitan. Cuando en febrero comenzaron las elecciones provinciales, los peronistas no kirchneristas que iban ganando se alineaban públicamente con un Roberto Lavagna, quien aún no había decidido su candidatura. Y el kirchnerismo venía con resultados adversos. La propuesta de Cristina a Alberto y el corrimiento en la fórmula produjo que la trabajosa unidad de los peronismos se concretase, posponiendo resquemores y/o heridas y/o grietas. Después de las PASO tal vez podría haberse pensado en que Cristina hubiera podido ganar por sí sola, pero el 27 de octubre se hubiese complicado, y mucho. Mauricio Macri venía con la fusta en la mano de la gente en la calle. Calle que se mostró y manifestó mayoritariamente más contra Cristina de Kirchner que a favor de las bondades de Macri. Ambos Fernández son conscientes no sólo de esta situación, sino de algo más importante: el fracaso del hambre que pisa fuerte en Argentina necesita ser revertido. Y no hay muchas más oportunidades.

Las declaraciones de Emilio Monzó de este fin de semana resultan de una enorme valía para el saliente Macri, quien tiene la oportunidad este sábado 7 cuando les hable a sus seguidores en la despedida, de producir una autocrítica, hasta hoy ausente. Como bien señaló Monzó, que el presidente Macri esté convencido de que “esto recién comienza”, cuando todos los índices y las promesas electorales fueron incumplidas, señala un autismo inconducente para continuar en política. El análisis pormenorizado del fracaso del gobierno de Macri en el decir de Monzó no sólo le sirve a Juntos por el Cambio o lo que quede de ello, sino que es de gran utilidad para el gobierno que se inicia.

Mientras el presidente Macri se despide en foros internacionales, no sólo todo sigue aumentando, sino que además el Gobierno se financia con la plata de la Anses, descapitalizando una vez más los bolsillos de los empobrecidos jubilados.

Finalmente se observa una sociedad tranquila, aunque en sus bolsillos no haya plata. Una sociedad que espera el recambio gubernamental sin sobresaltos. Después de mucho tiempo no se habla con temor de este fin de año. Sin euforia, hay expectativa por lo que viene. De igual manera, la convocatoria a la misa en la Basílica de Luján de este domingo por la Paz y el Encuentro en Argentina, con presencia de ambos presidentes, parece acompañar el sentir de la sociedad.

Fuente: Infobae.com       Maria Herminia Grande

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