Un plan de acción “a la Argentina”

En estos días nos debatimos sobre cuál es el modelo ideal a seguir para combatir adecuadamente la pandemia con el menor costo en vidas posible. Alemania, Corea del Sur, Singapur, Japón, Suecia, Israel o China aparecen como modelos que lograron “aplanar la curva”. ¿Cuál es el secreto? ¿Recursos? ¿Infraestructura? ¿Prohibiciones? ¿Educación y respeto a la norma?

En la vida nada es unicausal y siempre hay abordajes y puntos de vista disimiles. Pero a la luz de las experiencias internacionales el mayor o menor éxito en la lucha contra el Covid-19 tiene que ver “no solo” con lo severo de las restricciones que se apliquen sino también con la cultura y educación de sus ciudadanos y el respeto a las normas. Independientemente de la infraestructura y los recursos que, sin duda, son relevantes, en aquellas sociedades donde el bien común parece estar por encima del bien particular, las cosas parecen tener mejores resultados. Cuando así no sucede, la ley y el bolsillo ponen las cosas en su lugar. La detención en Argentina de un infractor es imposible. ¿Queda detenido? ¿Dónde? ¿Justifica? Detenerlos y volverlos a mandar a la casa para que vuelvan a incumplir la restricción termina siendo contraproducente. Tal vez multarlos muy severamente sería mas conveniente apelando a la avanzada tecnología y a la AFIP para actuar sobre las CUIT de cada infractor. Seguramente seria mejor visto por la sociedad y generaríamos recursos para atender la urgencia.

Vemos cómo las mismas medidas tomadas en distintos países tienen efectos desiguales. Incluso contrapuestos. Apelar a políticas que estén en sintonía con la cultura, educación, costumbres y realidad del lugar y sean cumplibles es fundamental. En Madrid, emulando medidas chinas, se decretó la cuarentena total e inmediatamente muchos se tomaron los primeros días del aislamiento para ir a la Sierra pensando que se trataba de vacaciones. Nadie los detuvo. Ni que hablar de lo que sucedió en Argentina el fin de semana largo.

No vamos a poder tomar las medidas que se tomaron en China, en Suecia ni en Japón. Porque nuestro sistema funciona diferente, porque estamos educados diferente y porque tenemos recursos económicos diferentes. Tenemos que pensar una salida “ad hoc” que contemple nuestra realidad latinoamericana. En Brasil, Ecuador, Chile y la Argentina las curvas exponenciales de contagiados y fallecidos se explicarán por una suma de varios factores pero principalmente porque la gente no ha respetado estrictamente las recomendaciones de los gobiernos. Se tomaron medidas muy duras para nuestras costumbres pero el comportamiento de la población no ha sido el correcto. Si a eso agregamos el flujo constante de pasajeros desde y hacia los países mas afectados en Europa (Italia y España) y Estados Unidos, deficientes controles en los puntos de ingreso, pocos testeos, falta de política de anticipación y una infraestructura de salud deficiente. Del mismo modo, la cultura de reunión y contacto personal, la realidad socioeconómica y la informalidad no permiten una concientización adecuada y que se tomara real dimensión de la peligrosidad del virus. Pareciera que usamos nuestro tiempo viendo cómo podemos saltar la norma en lugar de respetarla.

El desafío es hallar un plan de acción a medida a la Argentina, que recoja las mejores prácticas internacionales pero acorde a la idiosincrasia, cultura y realidades locales. El presidente Alberto Fernández ha sido muy inteligente en ir tomando las medidas de manera paulatina, apelando primero a la concientización, luego a la restricción selectiva y finalmente a algunas prohibiciones. Pero no fue suprimiendo libertades por gusto sino que fue dejando que la propia estupidez de algunos ciudadanos que se creen mas listos que el resto justifique el endurecimiento de las medidas. Hoy pocos critican el aislamiento obligatorio (todo lo contrario, lo reclamamos y exigimos a nuestros vecinos que lo cumplan). Rogamos un “quédate en tu casa”. Pero aprovechamos cuanta oportunidad tenemos para encontrar el resquicio de la norma. De no haber existido los que intentan burlar controles policiales, falsifican permisos, incumplen aislamientos o mienten al abordar un barco con síntomas del virus hoy podríamos tener un modelo mas abierto que ayude a la economía.

Thomas Friedman se pregunta recientemente en un articulo en el New York Times si no es tiempo de pensar si no hay una alternativa mejor que cerrar todo. Y dice: “Días como estos ponen a prueba a cualquier líder, ya sea local, provincial o nacional. Todos y cada uno de ellos deben tomar grandes decisiones de vida o muerte sentados al volante de un auto en medio de un banco de niebla, con información incompleta, mientras los que van sentados en el asiento de atrás les gritan de todo. Mi solidaridad con todos ellos, porque sé de sus buenas intenciones”. Ayudemos con nuestro comportamiento a los que conducen y aliviemos la carga para que puedan concentrarse en encontrar las mejores soluciones en el menor tiempo posible. Seamos parte de la solución no del problema.

El autor es licenciado en en Ciencias Políticas, analista internacional y fue subsecretario de Relaciones Internacionales de la Provincia de Buenos Aire

Fuente: Infobae.com      Diego M. Cagliolo

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