Una multitud a favor de la república

Nuevamente la ciudadanía se hizo presente en las calles para manifestarse con un banderazo masivo. Cada uno en la medida de sus posibilidades, sea a pie, en caravana de autos o bien golpeando cacerolas en los balcones o en las puertas de sus casas, pero en orden y guardando los protocolos sanitarios. Ya lo había hecho el 25 de mayo y el 20 de junio, coincidiendo -como hoy- con fastos cívicos que hacen al nacimiento de nuestra patria.

Tanto en esas oportunidades, como ahora, hay una enorme cantidad de argentinos que están viendo cómo el Gobierno atropella nuestras libertades, restringiendo la ambulatoria con el argumento de cuidar nuestra salud cuando, en realidad, advertimos que carecen de un plan orgánico para luchar contra el virus. No se realizan suficientes testeos, que permitirían identificar y aislar a gente que se hubiera contagiado y ello está suplido con una cuarentena que ya se transformó en ciento veinte días de encierro, como si fuera la única forma de combatir la pandemia. Basta saber que es un método único en el mundo ya que ningún país adoptó una medida de semejante duración.

Esta inactividad en la que nos sumieran ha llevado a que nos hallemos en medio de la mayor debacle económica que hemos padecido en los últimos años, lo que llevó a la bancarrota a muchas empresas y comercios, que han debido cerrar sus puertas, dejando un tendal de gente sin trabajo, más pobre y sin esperanzas.

La situación ha provocado desánimo, angustia, desesperación y bronca en la población, a punto de que mucha gente ha presentado cuadros depresivos. Sin embargo, el Gobierno parece no verlo y sigue alargando indefinidamente este encarcelamiento domiciliario, como única respuesta sanitaria. Más aún, daría la impresión de que, al haber perdido el control de la economía y no tener un plan que la reactive, se centra en querer infundir temor en la gente para no ser cuestionado en su propósito. Pero la Argentina tampoco se destaca en el mundo por su capacidad de respuesta al avance del virus ya que estamos en el décimo lugar de América Latina, en cuanto a la cantidad de recuperados. Y no se puede dejar de recordar que, nada más ni nada menos que el Ministro de Salud declaraba a principios de año que el flagelo no iba a llegar a la Argentina y, tiempo después, cuando ya ello se mostraba absolutamente erróneo, minimizaba públicamente sus alcances. Un corolario fue el deficiente control que se hizo al principio en los aeropuertos, donde sólo se les hacía firmar una declaración a los viajeros, lo que posibilitó que ingresaran decenas de contagiados que no presentaban síntomas en ese momento pero que luego fueron transmisores del virus. Por otra parte, las autoridades daban el ejemplo contrario a lo que le exigían a la población al no guardar los protocolos en sus apariciones públicas, lo que motivaba el recuerdo del famoso dicho haz lo que digo pero no lo que hago que, pedagógicamente, es la peor forma de enseñar.

Pero, si bien esta restricción fue el detonante para el descontento de la gente que hoy se manifestó, lo cierto es que coexistieron otras causas tan o más importantes, como el avasallamiento a las instituciones por la falta de respeto a la división de poderes o por el nombramiento de gente para cubrir altos cargos de la administración, cuyo único mérito es acreditar militancia en el frente oficialista.

Del mismo modo, asistimos al desprecio e intolerancia con que se trata a quienes expresan ideas contrarias a las que profesa el Gobierno, como lo hiciera el Presidente, al encarar sobradoramente a periodistas o el jefe de gabinete, al insultar a un prestigioso profesional, endilgándole haber exhibido una foto de sus hijos cuando justamente había sido él quien la publicara con anterioridad. Más aún, el propio primer magistrado, que había tomado partido en la politización del caso de Santiago Maldonado, calificó de la peor manera la actitud de quienes hicieron lo mismo con el crimen del secretario privado de la ex Presidente. Y, en este caso, asombra la cantidad enorme de propiedades que tenía este hombre a su nombre, cuando no había desempeñado actividad alguna que le permitiera enriquecerse de una manera tan inverosímil, lo que refuerza la idea de que fue parte de una gran telaraña de corrupción en las más altas esferas del poder.

Por otra parte, la falta de proyectos no permite avizorar que exista un plan para salir de la crisis económica. A esto se le suma un temor creciente en la población ante la suelta indiscriminada de presos, con intervención oficial y un aumento constante de la inseguridad, a la que el Gobierno parece no querer combatir.

En todo ello y en el futuro incierto que nos aguarda, encontramos algunas de las causas que llevaron a muchísima gente a ganar las calles, a lo largo y a lo ancho del país, para mostrar a las autoridades que los argentinos quieren seguir viviendo en una república y no están dispuestos a asistir pasivamente al avance sobre las libertades y las instituciones que están consagradas en nuestra Constitución.

Fuente: Infobae.com     Eduardo Gerome

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